domingo, 26 de febrero de 2012

Cronica


De la Fe en el Comercio y de otros símbolos que se consumen en el Centro Comercial Villa Nueva.
Por: J. Andrés Cardales Barrios.

Esta crónica comienza en lunes y termina en domingo, y no por abarcar toda la semana, no es la razón, es porque el domingo, parecen “morir” los actores de este relato.

Empieza uno de los muchos lunes en los que salgo a trabajar o a estudiar y pasando por el C.C.V me converso la primer aromática del día; en mi recorrido salgo del CCV y paso por el atrio de la Iglesia Metropolitana, oigo algo del susurro de los clérigos, y finalmente llego a escuchar la frase que me despierta !TENEMOS TRABAJO!, que bendición, dicen algunos, mas creo que trabajar es pago, porque quien debe hacer el trabajo, tiene para pagar para que otro lo haga.

Y esta crónica termina en domingo, porque es el día en que ya no hay gente en el CCV, que solo quedan travestis, indigentes y pocos feligreses, que de paso van a escuchar cosas banales del mundo o que van y escuchan los oficios religiosos dominicales.

FE DIARIA, tres veces al día. 

Confieso mi poco catolicismo activo, aclaro que soy un poco más cristiano, no obstante y antes de esta incursión por los caminos de la etnografía, nunca me detuve a observar mi poca fe, ni la mucha de los que la exteriorizan gradualmente a medida que transcurre la semana, con poca o escasa fe en lunes, y con muy alta en domingo (con un pico de especial interés en viernes).

FE, Género y Comercio.

En mi primer día de “ir a ver”, en ese sin pasar deprisa, puse atención a los géneros de los que comercian, no todos, pero aun así y retomando la crónica, vi ahora la relación del sexo con el comercio y con la fe – aclaro, asumo fe, con religiosidad exterior- a lo que quiero convocarles es a ver los signos y símbolos en las artes del comercio y de la fe, y su lado sexual.

Por vez primera vi a hombres no masculinos y a mujeres no femeninas, no imaginen tanto!!!, vi que el comercio con la fe, no tiene sexo, sean hombres o mujeres los que lo practiquen (pocas cosas he visto que no sean sexuadas o diferenciadas por genero), no esperaba encontrarme, en este mundo del yin y del yan, de la luna y del sol, que no hubiese compradores y compradoras, pero no hay, solo son Comerciantes y Vitrineros.      

7 días de Fe y negocio.

En estas “idas a ver”, no me pregunte nunca por el precio de la fe, los que van al CCV, tampoco lo preguntan, si el Santo o la Santa “son”, se compra. No ocurre lo mismo cuando lo que se compra es consumo material (explicaba una comerciante).

Las visitas y compras del martes, miércoles y jueves parecen ser iguales por lo bajas, mas al llegar el viernes, crece la fe, crece el deseo, la necesidad de compra, y el intercambio, además crece la diversidad de rostros y vestidos que van al CCV.

Parece como si la noche del jueves derramara un elixir de capitalismo (consumismo), mezclado con necesidad de adquisición y de intercambio de la gente que va al CCV.

El viernes es otra cosa, los jeans van de shopping – los tenis reemplazaron el mocasín, la camiseta suplanto la corbata, se asoman los escotes, se ve la transparencia y además el banco se humaniza, colocando los funcionarios que faltaban en los cubículos que han estado vacíos desde el lunes hasta el  jueves.

Algo más que Comercio y Fe.

No sé, si me quite un velo, o si tengo lentes nuevos, pero “ir a ver”, con intención de observar, hace que los colores del mundo sean más brillantes (la frase es robada), me encontré en estas incursiones al CCV, que hay los no comerciantes, y que si acaso tienen fe, la tienen puesta en sus semejantes. Hay gente que va la CCV que parece depender de la existencia de los otros, llegan con caras de desespero y hasta necesidad por el otro, esperan en algún lado y de repente ven llegar al que esperan, en pocos segundos  se transforman, se estiran los vestidos, se ven en el vidrio del espejo, se preparan para el encuentro y llegado este, la sonrisa ilumina el lugar, el beso se hace público, el abrazo se hace social, si alguien pudiese grabar todo lo poco que se dicen con palabras, se daría cuenta que no están negociando, ni pensando en fe, a lo sumo la fe en ellos mismos, me pregunto y entonces porque van al CCV?. 

Sin Comercio, Sin fe, y sin aquellos encuentros.

Llega el domingo y como dije al inicio, la gente pasa por el lado del CCV sin mirarlo siquiera, los que eran comerciantes ahora pasan como zombis, los que si se quedan, y sin ser fieles, son “los dueños de la calle”, (decía una feligrés).

Los indigentes, los travestis, los “otros”, están siempre allí, pero en semana pasan desapercibidos, ahora toman rostro y recobran la voz, tonos masculinos en cuerpos de mujeres. Estos son los “otros” comerciantes, parece que comercian algo de alto valor, pues los autos que los dejan y los recogen así lo indica.

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Antes del final de esta crónica debo expresar mi agradecimiento a algunos actores de esta pequeña vivencia por los senderos de la fe y del comercio:

-A uno de los sacerdotes que me aclaro: San Jerónimo se equivocó al traducir la biblia, el debió decir que es más fácil que un Camel (la soga de amarrar los barcos) y no un Camello es lo que debe pasar por el ojo de una aguja, siendo así, y si pensamos en las agujas de coser las velas de los barcos, la tarea de ir al cielo no es tan difícil para los ricos.
-A una de las señoras que esperaba compañía: Acotó, la soledad es mala consejera y más si te vas de compras.
-A uno de los vigilantes: Parece como si buscara algo que se le perdió, me dijo, sería este escapulario.
-A la niña que vende crispetas: La frase, el maíz pira mejora la vista, hace ver el mundo con otros colores, por eso se vende en los teatros.

Es domingo por la madrugada, el gusano mecánico del metro me avisa que debo ir a trabajar y recojo las monedas para pagar mi aromática conversada de paso por el CCV.

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